jueves, octubre 18, 2007

Historias de Ferias

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Jueves de noche, a eso de la una de la mañana, la mesa del centro del comedor esta cubierta de legumbres, sobre ella también hay una pesa, mientras varios de los miembros de la familia las limpian, retirando rastros de maleza y piedrecillas, la mamá las va envasando y pesando, cada bolsa debe tener un kilo exacto. Luego de terminar con este tedioso trabajo, algunos vencidos por el sueño, van a dormir, mientras la madre y el padre siguen trabajando. Es el turno de ordenar las especies que también se venderán en la feria del día siguiente. Los cominos, oréganos, pimientas y otros, son puestas en un bolso de plástico, ahí también van las pequeñas copas que hacen de medidas, a las que se adjudicará diferente valor. Finalmente, se ordenan los pescados secos que van en otras cajas algo más grandes, se ordenan por tamaño y calidad; mientras más blanca la carne seca, más valioso es; el tamaño también es un factor y por supuesto la combinación gran tamaño y carne muy blanca es la que otorga mayor precio. Después, ya cerca de las tres de mañana, se van a dormir padre y madre por un rato.

A las 6:00 am y mientras llueve torrencialmente, todos se levantan. Ese día, los acompaña un amigo de la familia , el que les ayuda a cargar una de las cajas, la levanta y se la pone en el hombro, mientras otros miembros de la familia hacen lo mismo con las demás cajas y bolsos (unos seis o siete bultos en total). La familia vive en un cerro, el que deben bajar a pie, para tomar el bus que lleva a padre, madre y a veces a alguno de los hijos a la feria en la que trabajan. Su lugar de trabajo está en una pueblo a casi 50 kilómetros de distancia, por lo que hay que llegar a la carretera que cruza la pequeña ciudad y hace también de calle principal. Una vez en el paradero, a la hora precisa, pasa el mismo bus de siempre, con el mismo conductor de siempre, con el mismo auxiliar de siempre. Suben los bultos, sube el padre, la madre y uno de los hijos (el que ese día los acompañará, para no estar sólo en casa), saludan a varios de los demás comerciantes que viajan con el mismo destino y, que con toda seguridad, han hecho una rutina similar la noche anterior. Arriba al fin, una hora y media de viaje. Dormiran un rato, para reponerse del esfuerzo, aunque a veces en una localidad intermedia, compran tortillas con mariscos y un café y desayunan mientras los pueblos pasan por la ventana del bus.
Finalmente llegan a su destino. La lluvia ha cesado y el día parece bueno; bajan los bultos, los transportan hacia el sector que ocupa la larga hilera de puesto de bulliciosos comerciantes. Comienza la jornada en la feria libre, en un pueblo del sur de Chile. Lo que ocurra en la larga jornada, será otra historia.

4 comentarios:

Esteban Pedreros dijo...

Me resulta curioso que vendan pescado seco estando apenas a 50 KM de distancia, supongo que así podian tenerlo más tiempo a la venta.

Te tocaba siempre ir a ti a la Feria?

RDaneel dijo...

Los pescados secos seguramente surgieron para conservarlos. Pero ahora se venden por su sabor y para hacer un charquican especial de allá.
En invierno iba menos, peo en verano iba seguido y trabajaba vendiendo para otros comerciantes.

Tijereta dijo...

ayudame con algo, necesito votos pa mi nano en TNT y me aguantan un voto por pc

se llama oceano aparte

http://www.tntla.com/la/multimedia/
ugc/index.jsp?mediaId=2117


gracias

Anónimo dijo...

Uf que dias aquellos , recuerdo cuando teniamos que esperar el la tarde que llegaran era latero, es por eso que ahora trato de llegar a la hora a todo y si mi hacen esperar mas de 10 minutos me largo... tiempos aquellos
Marco..