sábado, diciembre 25, 2010
Que no se note
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martes, septiembre 28, 2010
Modesto III
Afuera aún así frío y se sentía venir el otoño, aunque al mediodía estaría caluroso, pero ese día lunes Modesto estaría a esa hora en la escuela y no trabajando como si lo estaría haciendo Everaldo. En el campo de los Berrios se podía laborar bien, los patrones eran razonablemente amables e incluso dejaban que Modesto montara junto a los niños que vivían en la cazona o venían desde Santiago. Obviamente un muchacho grandote y fuerte tenía que llamar la atención de las niñas, incluso de las señoritas y el con un aire de torpeza distraída no se daba por enterado. Para él sólo existía su hermanita, a quien cuidaba y ensañaba todo lo que sabía. Pero él no sabía lo suficiente, sobre pájaros, campo, animales e incluso plantas, sí, sobre eso no tenía dudas ni que el Señor Flores sabía más que él. Claro que estaba lejos del abuelo o de su papá, pero aún así los niños Berrios lo miraban con la boca abierta cuando él manejaba caballos, cazaba o nadaba. Hablaba poco pero lo suficiente para que los niños de alrededor lo miraran con respeto; todos, salvo el chanchito. Pero a nadie podía importarle lo que pensaran el chanchito y el chilo, su padre.
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lunes, septiembre 20, 2010
MODESTO II
Su hermanita lo miraba con atención mientras movía de un lado a otro uno de los postes medio podrido, tratando de aflojarlo. Finalmente el poste cedió, tomó el que había cortado de un árbol que crecía junto al río, agrandó un poco el hoyo que había dejado el viejo madero carcomido y puso en su lugar el nuevo. Su hermana le acercó un vaso de agua con harina tostada. Se lo tomó de un trago, se secó la frente y continuó.
- Ideas tuyas, el vecino ni siquiera nos habla.-
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martes, mayo 11, 2010
Modesto I
Al fin bajó el segundo cerro y pasó la cerca que rodeaba la casa de la comadrona, donde lo recibieron con ladridos los perros. Llamó a gritos, la vieja que a tantos niños había recibido asomó su blanca y arrugada cabeza, le hizo una seña de que esperara; Modesto esperó. Cinco minutos después la Sra. Sara apareció con un pequeño canasto en un brazo y un bastón en la mano del otro brazo. Salieron acompañados de un perro chico y lanudo.
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viernes, abril 23, 2010
Libros del mes
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viernes, octubre 31, 2008
Adiós (segunda manera de despedirse)
Como era inevitable, siguió caminando hacía la esquina donde le esperaba, hasta que quedó plantado frente ella.
-Por qué no contestas mis llamadas? - Juan la miró a los ojos, abrió la boca indeciso, pero no dijo nada.-
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lunes, octubre 27, 2008
Adiós (una de las maneras de despedirse)
Había que tomar un respiro, para pensar en lo que tenía que decir. En realidad era algo que me tomaría poco tiempo, una vez que tomara el valor necesario. Apagué el reproductor y me quedé pensando un momento, me lavanté y seguí caminando. Sentí una pequeña punzada en el costado, no fue más que un segundo, pero me inquietó, no porque fuera gran cosa, sino porque no quería que demostrar nada al llegar el momento del adiós.
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sábado, septiembre 27, 2008
Tercer Intento
No tengo la sensación de que nos hayamos conocido antes, de déja Vú.
No creo que fueras tú, vestida de azul lavanda, quien estaba a orillas del mar, cuando yo pasaba cabalgando en el año 1206,
O cabalgando a mi lado en las guerras fronterizas, o allá en las Gallatin, hace cien años, tumbada junto a mí en la hierba de un verde plateado, sobre un pueblo de montaña.
Lo sé por la naturalidad con la que vistes ropa lujosa y por cómo mueves la boca cuando te diri¬ges al camarero en los buenos restaurantes.
Tú provienes de los castillos Y' de las catedrales, de la elegancia y del imperio."
Robert James Waller
Mañana a esta misma hora, esteré en el fondo de una antigua casa, tratando de derribar un par de paredes que me separan de un pasado del que no tengo ningún recuerdo.
De mi niñez sé casi nada, sólo un par de veces paseando en un parque vacío, tomado de la mano de mi mamá. Lo demás está bastante confuso, me dicen que era hijo único, que me había criado sin mi papá y que había estudiado ingeniería. También escuché que se suponía que estaba casado, que tenía un par de hermanos y no tenía hijos. Se supone que la casa, en cuyo fondo hay un cuarto grande, como para poner un estudio, era la casa que había comprado para vivir con mi familia, pero tampoco de eso recuerdo gran cosa.
La noche antes de volver a la casa grande, dormí poco y soñé mucho. A veces, era una playa, otras un techo y alguna otra cosa que se deformaba a penas despertaba. Al fin se hizo de día y me levanté para ir a tratar de recuperar algo que no sentía que extrañara demasiado. De todas formas la mirada de mi mamá me decía que tenía que hacerlo, así que salí temprano rumbo al barrio norte.
Mientras entraba a la casa donde se suponía vería parte de mi pasado, trataba de poner atención a lo que me iba diciendo la mujer que iba a mi lado, que según había escuchado era mi esposa, pero a medida de que ella hablaba más extraño me parecía el hecho de que estuviera casado con ella. La miraba a los ojos y en el fondo de sus pupilas no leía mucho más que la desesperación de esta extraña situación. No veía recuerdos felices, ni un amor perdido, tampoco la ternura de un reencuentro. Traté de no decir nada. Creo que era injusto juzgarla, más aún si se considera que no recordaba conocerla. Talvez habría que pensar en un nuevo inicio y conocernos de nuevo, pero me costaba verla, sus palabras me sonaban como ruido y a veces hasta me dolía la cabeza cuando me hablaba. Lo que sí podía ver en su mirada, era la pena que le causaba mi confusión.
De vuelta en casa, en el cuarto que había ocupado por un par de semanas, me quedé tendido, cerré los ojos y soñé. Estaba a orillas del mar preparando mi bote. Había mandado a alguien a tirar las redes, para recogerlas al otro día, sin embargo me avisaron que habían quedado mal puestas y debía ir a arreglarlas. Tomé un bulto con carnada, por si necitaba tirar las redes de nuevo y lo puse en el bote. No me cambié los zapatos, porque pensaba que no iba a demorar. Mientras una mujer me miraba con un chiquillo en brazos, yo comenzaba a empujar el bote hacía mar, salté adentro y comencé a remar. Volví mi cara hacía la playa y le hice un gesto de despedida a la mujer y en especial al niño, quien también levantaba su manito. Me adentré hacía el vasto océano y luego de algún rato, sin darme cuenta, me enrede con los zapatos y caí al agua y no volví a salir. Mientras descendía hacía la muerte, lo último que recordaba era al niño en brazos de la mujer y como levantaba su manito. Desperté mirando el techo.
Salí de la cama, me bañé, vestí y salí con rumbo a la casa grande. Sabía que ahi estaría la mujer que era mi esposa y también que luego llegaría un niño. Así fue, ella estaba ahí, sentada, con una mano en el vientre. Entré, la miré un momento y me fui al cuarto del fondo. Tomé la misma silla, la acerqué a la apertura del techo; ahora llevaba zapatillas, así que pude saltar fácilmente. Tenía que terminar lo que antes había intentado a lo menos dos veces.
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viernes, agosto 29, 2008
Por qué me fui II
Caminé sin prisa, pensando en como reuniría mis cosas, en la nota para mamá (no creo que fuese a llorar, ella nunca lloraba), en Graciela y en un par de amigos. No pensé en Flor, ella siempre había sido buena vecina y Daniel siempre ha sido un buen tipo, por eso no me preocupaba. Aunque a veces me sentía incomodo con ella.
Cuando comencé a ir a su casa (Daniel, el marido, era compañero de la nocturna), hablé con ella, realmente lo hice. Le pregunté como estaba, que había hecho en el día y en que pensaba de esto o de aquello. Ella me miraba con un extraño brillo en los ojos como si estuviese a punto de llorar. Después de dos o tres diálogos parecidos, opté por no ir a su casa, a menos que estuviese Daniel.
Respecto a Graciela, pensé en ella mucho más que en nadie. Por aquel tiempo estaba enamorado, de hecho, era lo único que me había hecho dudar sobre irme. Pero ese día había considerado que debía buscar mejor suerte: "Volveré por ella, cuando sea otro. Cuando ella se sienta orgullosa de mi". Lo pensé de verdad, o al menos eso creía. Obviamente jamás volví, a estas alturas ya no tiene sentido preguntarme si le mentí cuando hice esa promesa o bien cambie tanto en el camino que en realidad cumplir mi palabra ya no tenía objeto. No dudo que era una buena mujer, hubiéramos sido felices juntos. Ella debe ser una buena esposa, no lo dudo, de hecho mamá me lo confirmó.
Volviendo a ese día, entré a casa de Flor, el pescado estaba listo y estaba acompañado de la forma que más me gusta, con ensalada de tomate. Flor agregó también varias rebanadas de pan amasado. Me senté a la mesa, di las gracias educadamente y comencé a comer. Tenía más hambre que nunca, así que casi no hablé mientras comía. La miré de reojo, parecía estar contenta.
-Muchas gracias, le quedó muy rico todo.
-¿Por qué me tratas de ud.? ¿Tan vieja soy?
-No, es que me parece lo más correcto. Pero no se preocupe por eso, no tendrá que enojarse más, porque hoy me voy para el norte.
Ella me quedó mirando un segundo y luego se giro hacía el lavaplatos.
-¿Por qué te vas?- Me pregunto dándome la espalda-.
-Ud. sabe, acá no hay mucho más que pueda hacer. Le agradezco por todo, se han portado muy bien conmigo. Salude a Daniel, no creo que alcance a despedirme de él. Ha sido un gran amigo y es un muy buen hombre.
- Bueno. Lo saludaré. Tú, ¿me vendrás a ver? ¿Me echaras de menos?
-Sí, los echaré mucho de menos.
-Si claro, nos echaras de menos. Lleva un pan para el viaje.
-Gracias, espero no haber molestado. Adiós.
No supe nada más de ella y su marido. Pero supongo que ya me olvidó. Siempre todo se olvida.
Subí hasta mi casa. Tomé un bolso no muy grande, guardé mis cosas, no muchas, pero si me llevé los libros verdes, me había costado mucho juntarlos, así que no los iba a abandonar. Escribí la nota para mamá, tomé el bolso y salí de la casa.
Bajé donde Graciela, hablamos, prometimos, creímos y lloramos. Luego me fui al terminal y de eso han pasado diez años.
Hoy volví a mirar el mar donde crecí y la playa donde trabajé por tantos años. Evoqué recuerdos, amigos y a Graciela. En un segundo se me inundaron los ojos de lágrimas. Pero cuando reflexioné, descubrí que era la sensibilidad de mi actual pérdida y en la pena que ahora siento no tenía mucho que ver con recuerdos del pasado. Flor, Graciela, Daniel, la feria y la playa eran parte de un nebuloso ayer, no son más que recuerdos, no hay un solo sentimiento vivo de aquéllos días. Eso me puso un poco triste. Pero también me dio cierto alivio el saber que la decepción que me llevó a este inútil viaje de rencuentros moriría, al cabo de un tiempo olvidaría todo. El dolor de hoy, sería archivado junto a otras tantas viejas fotos.
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Etiquetas: Recuerdos
jueves, agosto 21, 2008
Por qué me fui I
Subía el cerro rápido, pero una vez que llegaba a la casa, me quedaba dando vueltas ante la puerta. Me daba vergüenza pedir que me ayudaran a cocinar, porque en la casa no había nadie. Talvez podría hacer fuego en la casa y hacer de comer allá, pero comer solo me daba pena. Al final siempre entraba y me quedaba pegado en el dintel de la puerta de la cocina, con mis ojos fijos en mis zapatos. Florcita me sentía llegar, se giraba y mientras se reía, alargaba su brazo, como señal de que le pasara la bolsa.
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Etiquetas: Coronel