lunes, octubre 27, 2008

Adiós (una de las maneras de despedirse)

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No me acuerdo mucho de la última comida en el puerto, la verdad estaba preocupado de otras cosas, estaba nublado y parecía que iba a llover de un momento a otro. Por eso es que me daba lo mismo lo que iba a comer; me parece que finalmente fueron fideos con alguna salsa. Luego de ese almuerzo, para el que me tomé bastante tiempo, de eso si me acuerdo, me fui caminando por toda la costanera, llena de árboles y con el mar al lado. Nuevamente me quedé escuchando en una banca, la canción que me daba vueltas desde hace noches: More than this, there is nothing (más que esto, no hay nada más).


Había que tomar un respiro, para pensar en lo que tenía que decir. En realidad era algo que me tomaría poco tiempo, una vez que tomara el valor necesario. Apagué el reproductor y me quedé pensando un momento, me lavanté y seguí caminando. Sentí una pequeña punzada en el costado, no fue más que un segundo, pero me inquietó, no porque fuera gran cosa, sino porque no quería que demostrar nada al llegar el momento del adiós.

Seguí andando hasta el bar donde habíamos quedado con Laura, era al final de la Avenida del Mar, a un costado de la plaza 11 de octubre. Entré y me senté donde siempre; pedí una cerveza negra y algo de maní salado. Miré hacía la puerta por cerca de diez minutos sólo vi el vacio, hasta que apareció ella. Nunca me había dolido tanto verla, ahí en el umbral, mirándome con su eterna sonrisa, aunque hoy veía una sombra de duda en sus ojos.

Se sentó, pidió lo mismo que yo, mientras yo acababa mi cerveza de un sólo trago. Hablamos del día, de las nubes y del mar, hasta que me quedé en silencio por un minuto. No era problema de valor, sino de dolor. Sabía que era mi última vez frente a ella.

- Lo que tengo que decir es corto de decir, pero nunca me había costado tanto, no porque no sepa que es lo que tengo que hacer, sino porque después de eso, no hay nada más, nunca he pensado en un mundo sin ti. No puedo volver a verte, porque me causa un dolor no sólo del alma, sino que también en mi cuerpo. No soy un hombre completo. Como ves, hay cosas que ni el amor puede arreglar.

Por supuesto ella lloró y dijo algunas palabras obvias en estos casos. Le dije:

- Lo siento, yo pago.

Me lavanté y salí. Afuera había comenzado a llover, no traía paraguas, pero eso ya tampoco importaba mucho. Miré una vez hacía el cielo y me perdí en la oscuridad.

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