lunes, septiembre 20, 2010

MODESTO II

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La cerca tenía varios lugares débiles, había algunos alambres cortados y varios postes en el suelo. Los animales fácilmente podrían pasar al sembradío de lentejas, pensó Modesto, tendríamos cerdos bien gordos, pero no lentejas para el invierno. Mejor se ponía a arreglar la cerca, no tenía tiempo para cuidar que no entraran los cerdos y las ovejas, suficiente tenía ya con derribar queltehues con la escopeta de su papá a todas las mañanas antes de irse a la escuela. Las aves eran un buen alimento extra, aunque ese verano había cazado tantos que ya lo tenían medio hastiado.

Su hermanita lo miraba con atención mientras movía de un lado a otro uno de los postes medio podrido, tratando de aflojarlo. Finalmente el poste cedió, tomó el que había cortado de un árbol que crecía junto al río, agrandó un poco el hoyo que había dejado el viejo madero carcomido y puso en su lugar el nuevo. Su hermana le acercó un vaso de agua con harina tostada. Se lo tomó de un trago, se secó la frente y continuó.
Así estuvo hasta que comenzó a ponerse el sol. Al final del día miró el fruto de su trabajo y sonrío satisfecho, mientras la pequeña recogía el vaso, el jarrón de agua vacío y la bolsa con harina tostada.
Mientras reunía sus cosas, miró hacía la casa del vecino Elías y vio a éste apoyado en el pozo que estaba frente a su casa. Miraba hacía donde estaba él y su hermana. No era la primera vez que lo veía apoyado ahí, con la vista fija y desviando la mirada cuando se daba cuenta que el fuerte muchacho clavaba en el sus ojos. A Modesto no le gustaba Elías. Odiaba su amabilidad empalagosa, su cortesía que sabía fingida y no le daba buena espina el que su mujer le hiciera tanto el quite. Nunca había visto un gesto de cariño entre ellos, pero tampoco una pelea. Era común que los hombres trataran a gritos y a menudo a golpes a sus mujeres, Modesto veía esto último como una manifestación de interés de parte del marido, pero esa fría indeferencia le causaba curiosidad y al mismo tiempo repulsión.
Los vecinos tenían un solo hijo, otra cosa extraña entre gente de campo. El niño era flaco, huesudo, pero firme. De ojos pequeños y algo bizco. El muchacho se entretenía golpeando a sus perros, destrozando pequeños lagartos y cazando aves con una honda o a pedradas. Pedrito el Chanchito como le decían en la escuelita por su falta de aseo, era un ser desagradable que se lo pasaba vagando y que no perdía ocasión de aprovecharse de quien pudiera. A penas hacía caso a su madre y acostumbraba a esperar a Elías en el pozo cuando éste iba de peón.
Modesto tomó sus cosas y empujó a su hermana hacía la casa, se sentó a la orilla del fuego a esperar la cena, mientras con un pequeño cuchillo daba forma a una cuchara de madera.
Se entretenía tallando madera, la cocina estaba poblada de sus utensilios, pequeños yugos, tenedores e incluso cuencos para uso de su madre.
La vida en la casa de la loma transcurría lenta y con pocos sobresaltos; una que otra borrachera de su padre, peleas pequeñas, algunos platos volando, pero nada grave. Modesto había ido a la escuela de forma más o menos continúa y deseaba más que nada en el mundo termina al menos los cursos básicos en la escuela rural. Había aprendido tanto con el profesor Flores y quería que su hermanita también experimentara ese placer.
En esos años la niñas apenas sabían leer y Flor María no sería la excepción, a menos que él convenciera a su papá y mamá de que le confiaran a la niña. Cuando Modesto se sentaba a leer o hacer tareas en la pequeña mesa de la cocina y la niña lo miraba con atención mientras el lápiz vagaba con lentitud sobre las amarillentas hojas.
- No me gusta el Chilo Elías- Soltó Modesto de pronto.
- No le digaí así al vecino-. Lo contestó su mamá, sin levantar los ojos desde la batea donde amasaba el pan.
- El Chilo-dijo Modesto con algo de rebeldía- mira mucho pa´ca.-
- Ideas tuyas, el vecino ni siquiera nos habla.-
Modesto no volvió a hablar, pero si lo hubiera hecho, habría dicho que eso tampoco le daba buena espina, que mirara y no dijera nada lo inquietaba, no sabía muy bien por que, pero no tardaría en descubrirlo.

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