viernes, febrero 10, 2006

SEGUNDO PARENTESIS: ABUELOS

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Uno de mis abuelos se llamaba Juan Manuel, era originario de Chillán, media un metro y ochenta centímetros, de ojos azules y pelo rubio. En su juventud fue comunista, trabajó en una mina de carbón, luego (no sé con que estudios) trabajó como una especie de curandero, practicante les decían en esos tiempos. En ese entonces (1925) conoció a mi Hortensia, que tenía 14 años y tuvo un hijo con ella, le puso Juan Bautista y casi enseguida lo abandonó (Años más tarde, Juan Bautista haría lo mismo con su primera mujer, tuvo 6 hijos con ella, la abandonó en circunstancias no aclaradas y se juntaría con otra mujer mucho más joven que él, con ella tendría 4 hijos, el último de ellos, yo, pero esa es otra historia). Luego cuando Gabriel González Videla promulgó la ley de defensa de la democracia, escapó por los campos, hasta que la persecución se apaciguó, y se estableció en Lota. En esta ciudad se hizo pastor evangélico, estableció una especie de consultorio naturista y le enseñó algo de esos conocimientos a su hijo. Aparte de eso, no le dejó nada más, como papá fue, por lo tanto un desastre. Murió en 1977, y no sé si alguien lo haya llorado.
El otro abuelo se llamaba Rodolfo, fue minero del carbón en Curanilahue, su ciudad natal, alcohólico, mal padre, no creo que siendo alcohólico se pueda ser buen padre. Se casó con una joven llamada Emelina, que ya tenía una hija (Carmen), con ella tuvo 5 hijos, Rubén, Sergio, Irene, Gricelda y Rodolfo. Mi abuela murió a los 34 años, dejando a todos desamparados, mi mamá, que se llama Irene, tenía 7 años y debió hacerse cargo de la casa, en especial de su hermano menor que tenía como dos años. Para que se hagan una idea de como era este viejo, un día mi mamá le estaba lavando los pies a su hermano menor, quien se puso a llorar, mi abuelo medio curado, estaba comiendo una pata de vacuno y creyendo que mi mamá le estaba pegando a Rodolfo, le lanzó el hueso de la pata en la cabeza, mi mamá se dio tres vueltas por la habitación y cayó inconciente. La tomó y la llevó al hospital, nunca la habían pasado por el Registro Civil, así que tuvo que inscribirla ahí mismo, le puso Irene Salazar, sin segundo apellido, desde entonces mi mamá ha sufrido de dolores de cabeza y todo el mundo creyó que mi mamá era hija natural.
Este personaje después de muchos años, dejo de tomar (al menos eso creo), entró a una Iglesia Evangélica y murió como un respetable anciano, un ejemplo para la comunidad.
Yo lo conocí, lo recuerdo calvo, con una nariz ganchuda, flaco y sin nada de cariño, sólo un viejo frío y seco.

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