sábado, diciembre 25, 2010

Que no se note

A veces te ilusionas en que no se note, tal vez esperas que pase el día y quieras describir un perfecto circulo, pero en verdad estás lejos de ello. Más bien, todo aquello en lo que se puede resumir tu vida, es los deseos incompletos, un montón de expectátivas inconclusas a las que se mira mira desde arriba. Ahora, es un momento poco palpable: al mismo tiempo deseas el final, pero también reniegas de él. En definitiva, el temor a lo que no conoces te sostiene en este mundo. Alguna vez, creyendo que aportas a que seamos mejores, con la fe en que puedas dejar una pequeña estela; otras veces es tu miedo a ir al siguiente estadio, el que desconocemos y tememos, el que que te ata a vivir. Siempre, sostienes tu máscara y piensas que puedes hacer que nadie note la soledad que en el fondo, siempre está contigo. Un par se dará cuenta de ello, pero la mayoría comerá, beberá y reirá con el resto del mundo. Sólo tú sentirás que la vida es tan breve y el amor una pequeña anécdota en tu peregrinar, que al final del camino pensarás: "por favor, que no se note todo lo que sentí por ti, porque la soledad de mi destino queda más allá del brillo de tus ojos, casi al borde del mar, donde el río va a desaguar y dice adiós a tus pupilas suaves y dulces. Es tu felicidad la que deseo, sin embargo, la mía queda en suspenso, a veces la reflejan tus ojos tranquilos, otras veces, es alguna otra cosa que no puedo definir, más bien, es algo semejante a el eco de la la luz de tu sonrisa". ¿Puedo ser feliz sin sujeción a ti? ¿Puedo ver un mundo donde tú no estés? La verdad es que no lo puedo imaginar, aunque la vida me demuestre lo contrario. Trataré de que no se note que de verdad me es imposible imaginar un mundo sin ti....

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martes, septiembre 28, 2010

Modesto III

El desayuno fue servido en silencio a penas unos minutos después del alba, Domitila se había levantado antes de que el sol terminara de asomarse y había revuelto las cenizas para prender fuego. Un pedazo de conejo, pan amasado y sopa de cebolla para Everaldo; para Modesto un plato de la misma sopa, un huevo cocido y una taza de café de trigo. En cuanto a María, la niña no despertaría sino después de una hora o más. Mientras servía a su marido e hijo, sorbía un mate con leche y azúcar y comía trozos de pan untados en una salsa de ají.

Afuera aún así frío y se sentía venir el otoño, aunque al mediodía estaría caluroso, pero ese día lunes Modesto estaría a esa hora en la escuela y no trabajando como si lo estaría haciendo Everaldo. En el campo de los Berrios se podía laborar bien, los patrones eran razonablemente amables e incluso dejaban que Modesto montara junto a los niños que vivían en la cazona o venían desde Santiago. Obviamente un muchacho grandote y fuerte tenía que llamar la atención de las niñas, incluso de las señoritas y el con un aire de torpeza distraída no se daba por enterado. Para él sólo existía su hermanita, a quien cuidaba y ensañaba todo lo que sabía. Pero él no sabía lo suficiente, sobre pájaros, campo, animales e incluso plantas, sí, sobre eso no tenía dudas ni que el Señor Flores sabía más que él. Claro que estaba lejos del abuelo o de su papá, pero aún así los niños Berrios lo miraban con la boca abierta cuando él manejaba caballos, cazaba o nadaba. Hablaba poco pero lo suficiente para que los niños de alrededor lo miraran con respeto; todos, salvo el chanchito. Pero a nadie podía importarle lo que pensaran el chanchito y el chilo, su padre.
- ¿Cuándo me dejará que la Mary vaya pa´ allá?- Modesto no necesitaba decir que era allá, los tres sabían que era la escuela.
- Las cabras no tienen pa que ir ahí- Dijo Everaldo, pero sin violencia ni de manera categórica, por lo que Modesto supo que podía seguir estirando la cuerda un poco más.
- La Mary no es como las otras cabras, es mi hermana.-
- Ya van en un mes de clases, no qudó fuera no más?- Intervino Domitila.
- Pero puede ir a escuchar mientras…..- Dijo Modesto despacio.
- Hum.- Dijo Everaldo. No volvió a hablar hasta que se despedió con un beso de su mujer y con una orden a su hijo.-
- Acuérdate de sacar a horearse los conejos antes de irte.
- Bueno.- Mientras lo veía salir se volvió a su madre y le dijo- La va a dejar, cierto?
- Sí. .-
Se levantó, tomó dos rebanadas de pan y las puso en una bolsa de cuero que el mismo había hecho, sacó los conejos y los colgó en cerca del fuego para que terminaran de secarse.
Reunió sus libros y sus cuadernos y echó una mirada a María que dormía aún en su cama: siempre la cuidaré, pensó.
Salió de la casa después de echarse el poncho encima y comenzó a caminar silbando una tonada, derribó una manzana con un palo desde el árbol que estaba a la salida del portón que marcaba el fin de la propiedad de su familia y se fue feliz por el camino que daba hacía el puente Arinco, donde estaba la escuela.

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lunes, septiembre 20, 2010

MODESTO II

La cerca tenía varios lugares débiles, había algunos alambres cortados y varios postes en el suelo. Los animales fácilmente podrían pasar al sembradío de lentejas, pensó Modesto, tendríamos cerdos bien gordos, pero no lentejas para el invierno. Mejor se ponía a arreglar la cerca, no tenía tiempo para cuidar que no entraran los cerdos y las ovejas, suficiente tenía ya con derribar queltehues con la escopeta de su papá a todas las mañanas antes de irse a la escuela. Las aves eran un buen alimento extra, aunque ese verano había cazado tantos que ya lo tenían medio hastiado.

Su hermanita lo miraba con atención mientras movía de un lado a otro uno de los postes medio podrido, tratando de aflojarlo. Finalmente el poste cedió, tomó el que había cortado de un árbol que crecía junto al río, agrandó un poco el hoyo que había dejado el viejo madero carcomido y puso en su lugar el nuevo. Su hermana le acercó un vaso de agua con harina tostada. Se lo tomó de un trago, se secó la frente y continuó.
Así estuvo hasta que comenzó a ponerse el sol. Al final del día miró el fruto de su trabajo y sonrío satisfecho, mientras la pequeña recogía el vaso, el jarrón de agua vacío y la bolsa con harina tostada.
Mientras reunía sus cosas, miró hacía la casa del vecino Elías y vio a éste apoyado en el pozo que estaba frente a su casa. Miraba hacía donde estaba él y su hermana. No era la primera vez que lo veía apoyado ahí, con la vista fija y desviando la mirada cuando se daba cuenta que el fuerte muchacho clavaba en el sus ojos. A Modesto no le gustaba Elías. Odiaba su amabilidad empalagosa, su cortesía que sabía fingida y no le daba buena espina el que su mujer le hiciera tanto el quite. Nunca había visto un gesto de cariño entre ellos, pero tampoco una pelea. Era común que los hombres trataran a gritos y a menudo a golpes a sus mujeres, Modesto veía esto último como una manifestación de interés de parte del marido, pero esa fría indeferencia le causaba curiosidad y al mismo tiempo repulsión.
Los vecinos tenían un solo hijo, otra cosa extraña entre gente de campo. El niño era flaco, huesudo, pero firme. De ojos pequeños y algo bizco. El muchacho se entretenía golpeando a sus perros, destrozando pequeños lagartos y cazando aves con una honda o a pedradas. Pedrito el Chanchito como le decían en la escuelita por su falta de aseo, era un ser desagradable que se lo pasaba vagando y que no perdía ocasión de aprovecharse de quien pudiera. A penas hacía caso a su madre y acostumbraba a esperar a Elías en el pozo cuando éste iba de peón.
Modesto tomó sus cosas y empujó a su hermana hacía la casa, se sentó a la orilla del fuego a esperar la cena, mientras con un pequeño cuchillo daba forma a una cuchara de madera.
Se entretenía tallando madera, la cocina estaba poblada de sus utensilios, pequeños yugos, tenedores e incluso cuencos para uso de su madre.
La vida en la casa de la loma transcurría lenta y con pocos sobresaltos; una que otra borrachera de su padre, peleas pequeñas, algunos platos volando, pero nada grave. Modesto había ido a la escuela de forma más o menos continúa y deseaba más que nada en el mundo termina al menos los cursos básicos en la escuela rural. Había aprendido tanto con el profesor Flores y quería que su hermanita también experimentara ese placer.
En esos años la niñas apenas sabían leer y Flor María no sería la excepción, a menos que él convenciera a su papá y mamá de que le confiaran a la niña. Cuando Modesto se sentaba a leer o hacer tareas en la pequeña mesa de la cocina y la niña lo miraba con atención mientras el lápiz vagaba con lentitud sobre las amarillentas hojas.
- No me gusta el Chilo Elías- Soltó Modesto de pronto.
- No le digaí así al vecino-. Lo contestó su mamá, sin levantar los ojos desde la batea donde amasaba el pan.
- El Chilo-dijo Modesto con algo de rebeldía- mira mucho pa´ca.-
- Ideas tuyas, el vecino ni siquiera nos habla.-
Modesto no volvió a hablar, pero si lo hubiera hecho, habría dicho que eso tampoco le daba buena espina, que mirara y no dijera nada lo inquietaba, no sabía muy bien por que, pero no tardaría en descubrirlo.

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martes, mayo 11, 2010

Modesto I


Los últimos dos meses fueron duros para Modesto Garrido, el hijo de Domitila y Everaldo; su madre entró en la fase final de su embarazo, el que no había sido nada fácil. Nunca lo era para una mujer de ya treinta años. La matrona de la posta de Nilahue le había dicho que era una irresponsable por tener un hijo tan vieja y que por qué no se había puesto la T después de tener Ricardo. Domitila no dijo nada, pero tampoco volvió a la posta y cuando sintió que el niño ya venía, mandó a Modesto corriendo donde la Sra. Sara, la comadrona en la que nunca debería haber dejado de confiar. Obviamente quien tuvo que ir corriendo donde esta señora que vivía a dos cerros de distancia. Subió el primero, el que por fortuna estaba tapizado de vides. Las uvas estaban maduras y un par de racimos logró arrancar para calmar la sed que le provocaba el calor del mediodía. Gracias a este pequeño refrigerio la bajada de ese cerro y la subida del siguiente se le hicieron livianos.

Al fin bajó el segundo cerro y pasó la cerca que rodeaba la casa de la comadrona, donde lo recibieron con ladridos los perros. Llamó a gritos, la vieja que a tantos niños había recibido asomó su blanca y arrugada cabeza, le hizo una seña de que esperara; Modesto esperó. Cinco minutos después la Sra. Sara apareció con un pequeño canasto en un brazo y un bastón en la mano del otro brazo. Salieron acompañados de un perro chico y lanudo.
Una hora más tarde la Sra. Sara entró a la casa de los Garrido y comenzó a mandar como sólo las mujeres de carácter saber hacerlo: Everaldo se vio hirviendo agua, Modesto lavando un lavatorio grande y secando sabanas blancas en el fogón. Ricardito miraba con cara de asustado como su madre lucía pálida y jadeante, hasta que no aguantó más y salió a esconderse al establo de las ovejas.
Al fin Domitila alumbró y su temor más grande se hizo realidad: era una niña. No es que no deseara a alguien que pusiera un toque más delicado en una casa llena de hombres que sólo se interesaban en cazar, comer y tomar, pero tener una niña era vigilarla siempre y estar atenta tanto de vecinos como de familiares; ella misma lo había experimentado, una borrachera de algún de cercano de la familia o de un propio familiar, sumado a algún descuido terminarían con la inocencia de su Flor María.
Mientras la tenía en sus brazos no podía parar de llorar, mientras Everaldo la miraba confuso y la comadrona se encogía de hombros. Modesto apoyado en el umbral de la habitación de sus padres trataba de entender por qué su madre no se veía feliz, como se suponía debía estarlo. Entonces ella lo miró con ojos suplicantes y le dijo con todo el sentimiento que una madre pone para con sus hijos:
- Cuídala hijo, cuídala con tu vida.

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viernes, abril 23, 2010

Libros del mes

Después de abandonar el blog por una cantidad enorme de tiempo, retomo este espacio y lo hago para comentar algunos libros que he leído en el último mes, gracias al patrocinio de una infección que me ha tenido enfermo primero en el hospital y luego en mi casa. Aquí vamos.
1.- Páginas excluidas, Manuel Rojas: Extraordinaria recopilación de textos autobiográficos, cuentos, crónicas y ensayos de notable narrador chileno, quizá el mejor de este género que ha dado nuestro país. Lo más destacado del texto es el ensayo titulado "Sobre mi experiencia literaria", en la que expone algunas de sus ideas acerca de la profesión de escritor, sobre la manera en que se hizo escritor y algunas de las claves de sus más destacadas obras, como "Hijo de Ladrón" o "Punta de rieles". La explicación acerca de cómo elaboró esta última novela en sencillamente estupenda. Libro enteramente recomendable.
2.- Las Zarinas, Henri Troyat: Buen relato que aborda el perfil de varias zarinas que reinaron entre la muerte de Pedro el Grande (1725) y el ascenso de Catalina II la Grande (1761). Como todo buen libro histórico presenta una interesante tesis acerca del por qué se dio un continúo de reinados femeninos en este periodo en un país tan tradicional como la Rusia Zarista.
3.- Ángeles y Demonios, Dan Braun: Libro con cierto fondo histórico, como todos los de este autor, pero con enormes carencias en este aspecto, ya que sacrifica cualquier exactitud en post del drama y la conspiración global de los poderes ocultos tras la religión y los grupos místicos. Ahora, cuando se lee es imposible dejarlo (me lo terminé en una tarde), ya que el autor tiene el gran mérito de hacer el texto ágil y fluido. Después de terminado uno lo medita un poco y llega a la conclusión de que se ha comido una hamburguesa. Nada nutritivo, sí muy entretenido.
4.- Un caso de Conciencia, James Blish: Un libro bastante extraño, incluso para ser ciencia ficción. Una misión a un planeta a 50 años luz de distancia, nos muestra un mundo extraño, desarrollado casi idilicamente, pero que a la vez plantea diversos dilemas éticos y teológicos para un sacerdote jesuita y biólogo que junto a otros tres hombres componen la misión. Lo habitantes del planeta, llamado Litinia, son reptiles estrictamente racionales, buenos y materialistas, lo que plantea dudas al jesuita respecto a su cabida o exclusión en el plan de Dios. La conclusión y las reflexiones del jesuita son muy interesante e inquietantes. El libro transcurre en su primera parte de Litinia y en su segunda parte en una tierra claustrofóbica al estilo de las "Bóvedas de Acero", en las que un reptil traído por el cura al planeta será el catalizador de la agitación social latente. Buen libro, que incluye una extraordinaria lección de biología, química, geología y física bastante amena. Recomendable 100%.
Fuera de esta reseña queda "Quo Vadis" de Henryk Sinkiewicz, ya que lo terminé durante el mes de febrero.

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