Mis últimas vacaciones de que tengo memoria fueron el verano del año 2002, creo.
Ese año viajé a Llanquihue, a la casa de la hermana de una de mis cuñadas. Salí desde Concepción, hasta Puerto Montt y de ahí tomé un mini bus a Llanquihue. Después de perderme un rato, di con el cuartel de carabineros, donde trabajaba el esposo de la hermana de mi cuñada.
Me recibieron muy bien, así que pude poner en ejecución mi plan, que era usar esa casa de centro de operaciones, ya que Llanquihue queda muy cerca de otros destinos entretenidos; a media hora de Puerto Varas, a poco más de 40 minutos de Puerto Montt y no muy lejos del lago Todos Los Santos.
El primer día visité Puerto Varas, conocí el casino de esa ciudad. Me gustaron mucho las iglesias y la costanera del lago Llanquihue. Al otro día avancé hacia la cordillera y conocí el lago Todos los Santos, que tiene la increíble particularidad de poseer un color esmeralda. Según lo que supe, esto se debe a que el fondo del lago es volcánico y muy profundo. Después de un rato comencé a caminar por la misma ruta por la que había llegado, con la idea de disfrutar de la orilla del río Petrohue que me había parecido muy lindo cuando lo vi de pasada en la micro en que había llegado al lago. Claro que no contaba con que andaban miles de tábanos que me rodeaban, así que sumado al calor y el camino de tierra, hicieron a la caminata algo menos agradable de lo que pensaba. Pero cuando llegué al río Petrohue, vi que los 9 kilómetros a pie habían valido la pena. El río era espectacular, como esas fotos de calendarios antiguos, agua azul y fría, no pude resistir me a probarla.
Al otro día fuí a Puerto Montt, donde realicé dos actividades: primero visité Angelmó, donde hay un mercado tradicional, en que se come muy bien; lo segundo que hice fue juntarme con una amiga de Coronel, que casualmente estaba de vacaciones en Puerto Montt. Conversamos un rato, nos tomamos un café y nos comimos un pastelito en una cafetería del centro. Hasta hoy, una de las cosas que más recuerdo es los mariscos que comí en Angelmó y un paseo en lancha por la bahía de Puerto Montt.
Al otro día me quedé en Llanquihue para descansar un poco de mis aventuras. Luego de eso, agradecí la hospitalidad de la familia que me había acogido y partí hacía Chiloé donde pensaba pagar en algún lugar barato por una noche, a lo menos. Llegué a Ancud cerca de las 14 horas. Me quedé tirado un rato frente a la bahía y me vino una crisis de soledad, así que pensé tomar el bus de vuelta de inmediato. Cuando ya me iba cargando mi mochila, casualmente pasé por la plaza del pueblo donde había un montón de gente jugando ajedrez. Así que me incorporé al grupo y jugué un par de horas. Después de ese relajo, decidí quedarme por un día, tal como lo había planeado, ya que era todo lo que me permitía el dinero que me quedaba.
Ese año viajé a Llanquihue, a la casa de la hermana de una de mis cuñadas. Salí desde Concepción, hasta Puerto Montt y de ahí tomé un mini bus a Llanquihue. Después de perderme un rato, di con el cuartel de carabineros, donde trabajaba el esposo de la hermana de mi cuñada.
Me recibieron muy bien, así que pude poner en ejecución mi plan, que era usar esa casa de centro de operaciones, ya que Llanquihue queda muy cerca de otros destinos entretenidos; a media hora de Puerto Varas, a poco más de 40 minutos de Puerto Montt y no muy lejos del lago Todos Los Santos.
El primer día visité Puerto Varas, conocí el casino de esa ciudad. Me gustaron mucho las iglesias y la costanera del lago Llanquihue. Al otro día avancé hacia la cordillera y conocí el lago Todos los Santos, que tiene la increíble particularidad de poseer un color esmeralda. Según lo que supe, esto se debe a que el fondo del lago es volcánico y muy profundo. Después de un rato comencé a caminar por la misma ruta por la que había llegado, con la idea de disfrutar de la orilla del río Petrohue que me había parecido muy lindo cuando lo vi de pasada en la micro en que había llegado al lago. Claro que no contaba con que andaban miles de tábanos que me rodeaban, así que sumado al calor y el camino de tierra, hicieron a la caminata algo menos agradable de lo que pensaba. Pero cuando llegué al río Petrohue, vi que los 9 kilómetros a pie habían valido la pena. El río era espectacular, como esas fotos de calendarios antiguos, agua azul y fría, no pude resistir me a probarla.
Al otro día fuí a Puerto Montt, donde realicé dos actividades: primero visité Angelmó, donde hay un mercado tradicional, en que se come muy bien; lo segundo que hice fue juntarme con una amiga de Coronel, que casualmente estaba de vacaciones en Puerto Montt. Conversamos un rato, nos tomamos un café y nos comimos un pastelito en una cafetería del centro. Hasta hoy, una de las cosas que más recuerdo es los mariscos que comí en Angelmó y un paseo en lancha por la bahía de Puerto Montt.
Al otro día me quedé en Llanquihue para descansar un poco de mis aventuras. Luego de eso, agradecí la hospitalidad de la familia que me había acogido y partí hacía Chiloé donde pensaba pagar en algún lugar barato por una noche, a lo menos. Llegué a Ancud cerca de las 14 horas. Me quedé tirado un rato frente a la bahía y me vino una crisis de soledad, así que pensé tomar el bus de vuelta de inmediato. Cuando ya me iba cargando mi mochila, casualmente pasé por la plaza del pueblo donde había un montón de gente jugando ajedrez. Así que me incorporé al grupo y jugué un par de horas. Después de ese relajo, decidí quedarme por un día, tal como lo había planeado, ya que era todo lo que me permitía el dinero que me quedaba.
1 comentario:
gracias por visitar mi espacio, eres bien recibido...geniales vacaciones ;)
Publicar un comentario