jueves, mayo 15, 2008

Campamentos

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Algo me ha resultado difícil en mi vida en Santiago es la nula oportunidad de salir de campamento que existe en esta ciudad. No sé si será por la gente con la que me junto, que es más bien cómoda y citadina o si es porque no es una costumbre arraigada, el caso es que nunca en estos diez años he acampado con gente de Santiago. Es más las pocas veces que lo he vuelto a hacer (tres, si no me falla la memoria) lo he hecho con amigos de Coronel (dos veces) y con mi familia (una vez).

La última vez que fuimos de campamento fue para el fin de año del 2006, con mi familia. Fue bastante corto el asunto sí, ya que sólo estuvimos una noche en un camping frente a Playa Blanca, a medio camino entre Coronel y Lota. Aun así fue una noche agradable. Un asado, tragos varios y un corderito al palo de desayuno. Como para repetirlo.

Sin embargo el mejor momento en campamento que viví fue en el lago Maihue, en la hoy Región de Valdivia.

El asunto fue más o menos así: Con un grupo de 6 amigos de Coronel partimos desde Concepción y viajamos en bus hasta Valdivia. Allí tomamos una micro hacia el interior, específicamente hasta Futrono, que es un pueblo pequeño pero muy bonito a unos 50 kilometros de Valdivia. La idea era llegar a una localidad aún más pequeña, en la que uno de los viajeros había reservado un sitio a la orilla de un río. El lugar se llama Lliffen, ahí llegamos la tarde de un lunes, armamos el campamento y lo que vino luego fue...esperar que pasara la lluvia que caía como si despedazaran el cielo. Por tres días no quedamos mirando el cielo, saliendo lo justo desde la carpa y vigilando las nubes comentando las posibilidades de que por fin el cielo diera una tregua.

Los pocos ratos en que en esos tres días no llovió, fuimos a pescar a un lago que estaba a unos 10 minutos de camino, obviamente sin pescar nada, o bien escuchando como a lo lejos caía una cascada a cerca de 20 kilómetros de nuestro campamento. El silencio era impresionante y permitía un lujo como ese.

La cosa a pesar del bello paisaje pintaba para un desastre, ya que la lluvia no dejaba de caer. Así que al tercer día quien aparecía como el líder de la expedición nos propuso dos opciones:

1.- En vista del estado del tiempo nos devolviésemos con la cola entre las piernas a Coronel.

2.- Arrendáramos un furgón y subíamos más hacia la cordillera, a un lago llamado Maihue, con la esperanza de que el tiempo mejorara.

El valiente grupo, incluido yo, se decidió por la segunda opción. Fue así que levantamos el campamento, en medio de una lluvia algo más suave, cargamos nuestras cosas en un furgón medio destartalado que nos llevaría hacía nuestro nuevo destino. El cacharro no daba confianza, pero bueno, son las reglas de la aventura.

Lo que vi en el trayecto de Lliffen a Maihue hizo que valiera la pena todo el viaje. El camino hacía la precordillera estaba lleno de paredes rocosas casi verticales y gracias al agua que caía se habían formado unas cascadas que bajaban por esas paredes y que sólo durarían mientras cayera la lluvia. Mientras ascendíamos, el camino se salpicaba por columnas de agua en medio de un verde sobrecogedor.

Mientras viajábamos el chófer nos contaba de sus aventuras por la región. Alguien, no sé por qué, preguntó si en esa región abundaban los jabalíes.

-Sí- Dijo nuestro chófer y guía- Pero en esta época no bajan al lado del camino, porque como es verano se arrancan del ruido.

- Como los cazan?

- Lo más seguro es usar huachis (trampas de alambres), porque si no le apuntas bien con una escopeta se te van encima y son muy peligrosos. Tienen la cabeza tan dura, que las balas les rebotan.

Seguimos subiendo hacía el lago Maihue hasta que llegamos cerca de unos 20 kilómetros de la frontrera con Argentina y ahí rodeado de cerros, en el fondo de un valle, estaba el lago. La vista era sencillamente increíble, hacía el fondo dos montañas nevadas, unas cuantas casas desparramadas en los alrededores del lago.

Montamos las carpas y mientras seguía lloviendo, buscamos leña relativamente seca para tratar de encender una fogata. La lluvía era suave, pero si caía constantemente. Uno de mis amigos miraba escépticamente como nuestro "líder" con una paciencia a toda prueba soplaba y soplaba la leña medio húmeda, agregando trocitos de papel y pasto o corteza de árbol medio seca para encender el fuego. Así por casi una hora, hasta que ocurrió el milagro!!! Una gran hoguera se encendió y nosotros protegidos por el calor y unos árboles más o menos cercanos que impedían que lo peor de la lluvia nos mojara al fin sonreímos contentos.

Comenzó a caer la noche mientras tomábamos café y al fin cesó el aguacero. A la orilla del lago con un cielo estrellado hasta decir basta, tres de nosotros nos reunimos alrededor de una radio, con un tazón de sopa, escuchando en una emisora AM un partido de fútbol. Fui muy feliz en ese momento con el abrigo del fuego y el brillo de un millón de estrellas reflejadas en las cristalinas aguas del Maihue y la compañía de dos buenos amigos.

Al otro día compramos varios kilos de carne a unos lugareños que había faenado un vacuno ese mismo día. Mientras la carne se salaba y reposaba, nos fuimos a la orilla del lago a pescar y sacamos dos truchas que hicimos al palo. Luego vino el asado y la siesta bajo los árboles.

Al otro día partimos, yo no quería irme y pensaba en seguir en viaje por una semana más hacía el sur, eso hasta que me senté en el bus hacía Valdivia, ahí con el relajó me vinieron dolores por todo el cuerpo y supe que debía volver a casa.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno el viaje, el cordero me quedo la raja de rico , tengo que decirlo.
A propocito de la trampa pal javali me corde que Huachipato significa Trampa para pato.
bueno saludos desde la verdadera capital de chile.
Marco

Anónimo dijo...

Si es por irse de aventuras y vivir el peligro, anda a alguna pobla de la periferia santiaguina...ahi si q será toda una odisea sobrevivir a la fauna de flaites y traficantes que se reproducen en la capital.

Saludos

Gato

Esteban Pedreros dijo...

No veo la necesidad de insultar a los Santiaguinos.

Acampar, como muchas otras cosas, es una costumbre, generalmente familiar. Hay un montón de gente en Santiago que sale a acampar, simplemente no has conocido a los que lo hacen.

RDaneel dijo...

Si lo dices por este párrafo:
"Algo me ha resultado difícil en mi vida en Santiago es la nula oportunidad de salir de campamento que existe en esta ciudad. No sé si será por la gente con la que me junto, que es más bien cómoda y citadina o si es porque no es una costumbre arraigada, el caso es que nunca en estos diez años he acampado con gente de Santiago." No veo el insulto, hablo solamente de una experiencia con la gente que he conocido. Si lo tomas como insulto, allá tú.
Si lo dices por quien posteo antes que tú, bueno, dicelo directamente.