sábado, septiembre 27, 2008

Tercer Intento


"Pues hemos llegado a este lugar por diférentes caminos.

No tengo la sensación de que nos hayamos conocido antes, de déja Vú.

No creo que fueras tú, vestida de azul lavanda, quien estaba a orillas del mar, cuando yo pasaba cabalgando en el año 1206,

O cabalgando a mi lado en las guerras fronterizas, o allá en las Gallatin, hace cien años, tumbada junto a mí en la hierba de un verde plateado, sobre un pueblo de montaña.

Lo sé por la naturalidad con la que vistes ropa lujosa y por cómo mueves la boca cuando te diri¬ges al camarero en los buenos restaurantes.

Tú provienes de los castillos Y' de las catedrales, de la elegancia y del imperio."

Robert James Waller


Mañana a esta misma hora, esteré en el fondo de una antigua casa, tratando de derribar un par de paredes que me separan de un pasado del que no tengo ningún recuerdo.


De mi niñez sé casi nada, sólo un par de veces paseando en un parque vacío, tomado de la mano de mi mamá. Lo demás está bastante confuso, me dicen que era hijo único, que me había criado sin mi papá y que había estudiado ingeniería. También escuché que se suponía que estaba casado, que tenía un par de hermanos y no tenía hijos. Se supone que la casa, en cuyo fondo hay un cuarto grande, como para poner un estudio, era la casa que había comprado para vivir con mi familia, pero tampoco de eso recuerdo gran cosa.


La noche antes de volver a la casa grande, dormí poco y soñé mucho. A veces, era una playa, otras un techo y alguna otra cosa que se deformaba a penas despertaba. Al fin se hizo de día y me levanté para ir a tratar de recuperar algo que no sentía que extrañara demasiado. De todas formas la mirada de mi mamá me decía que tenía que hacerlo, así que salí temprano rumbo al barrio norte.

Mientras entraba a la casa donde se suponía vería parte de mi pasado, trataba de poner atención a lo que me iba diciendo la mujer que iba a mi lado, que según había escuchado era mi esposa, pero a medida de que ella hablaba más extraño me parecía el hecho de que estuviera casado con ella. La miraba a los ojos y en el fondo de sus pupilas no leía mucho más que la desesperación de esta extraña situación. No veía recuerdos felices, ni un amor perdido, tampoco la ternura de un reencuentro. Traté de no decir nada. Creo que era injusto juzgarla, más aún si se considera que no recordaba conocerla. Talvez habría que pensar en un nuevo inicio y conocernos de nuevo, pero me costaba verla, sus palabras me sonaban como ruido y a veces hasta me dolía la cabeza cuando me hablaba. Lo que sí podía ver en su mirada, era la pena que le causaba mi confusión.

Siempre se espera que el amor se sobreponga a todo y que uno lleve guardado en el corazón a los que más queremos. Se supone que hay sentimientos que son invulnerables al tiempo e incluso a la muerte y sin embargo ahora estoy parado en el fondo de esa casa apretando mi puño con impotencia.

Después de mi visita a la casa grande, me devolví a la de mi mamá. Me fui sólo pensando en que no sentía nada, aunque había comenzado a recordar: Recuerdo que estaba en el fondo de la casa, la habíamos comprado recién. Yo era un ingeniero eléctrico y tenía mucho éxito; buen trabajo y todo me había salido siempre bien. Habíamos comprado esa casa, pero sabía que necesitaba muchos arreglos, entre ellos una nueva instalación eléctrica. Ese arreglo fue el que encargué primero, antes de mudarnos y ahora que ya nos estábamos instalando, yo miraba el cielo raso, revisando si todo había quedado en orden. Prendí la luz del cuarto del fondo y no funcionaba, la probé de nuevo y me di cuenta de que se encendía la luz de el cuarto del lado. Así que tome una silla y abrí un pequeño acceso que tenía el entretecho y me dispuse a revisar la instalación yo mismo. Pero acababa de llegar de mi trabajo y estaba con zapatos de vestir, así que cuando quise pasar de la silla al entretecho, me resbalé y caí pesadamente al suelo. Después de eso no recuerdo más.
Había encontrado mi recuerdo, pero nada de lo que se suponía debía sentir. Miré nuevamente hacía atrás y pensé que todo se había perdido.


De vuelta en casa, en el cuarto que había ocupado por un par de semanas, me quedé tendido, cerré los ojos y soñé. Estaba a orillas del mar preparando mi bote. Había mandado a alguien a tirar las redes, para recogerlas al otro día, sin embargo me avisaron que habían quedado mal puestas y debía ir a arreglarlas. Tomé un bulto con carnada, por si necitaba tirar las redes de nuevo y lo puse en el bote. No me cambié los zapatos, porque pensaba que no iba a demorar. Mientras una mujer me miraba con un chiquillo en brazos, yo comenzaba a empujar el bote hacía mar, salté adentro y comencé a remar. Volví mi cara hacía la playa y le hice un gesto de despedida a la mujer y en especial al niño, quien también levantaba su manito. Me adentré hacía el vasto océano y luego de algún rato, sin darme cuenta, me enrede con los zapatos y caí al agua y no volví a salir. Mientras descendía hacía la muerte, lo último que recordaba era al niño en brazos de la mujer y como levantaba su manito. Desperté mirando el techo.

Salí de la cama, me bañé, vestí y salí con rumbo a la casa grande. Sabía que ahi estaría la mujer que era mi esposa y también que luego llegaría un niño. Así fue, ella estaba ahí, sentada, con una mano en el vientre. Entré, la miré un momento y me fui al cuarto del fondo. Tomé la misma silla, la acerqué a la apertura del techo; ahora llevaba zapatillas, así que pude saltar fácilmente. Tenía que terminar lo que antes había intentado a lo menos dos veces.


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